Publicamos libros, sí. Pero lo que realmente hacemos es permitir que otros se expresen sin pedir permiso.
Eso, en un mundo que filtra, que selecciona, que decide quién merece ser publicado, es un acto político.
Es una toma de posición fuerte —no ingenua, muy consciente.
Podés llamarlo autopublicación, si querés.
Pero no es amateurismo: es emancipación.
No es un plan B: es autonomía.
Y lo hacemos desde adentro del sistema, usando sus propias herramientas.
Como un caballo de Troya que, en lugar de soldados, trae voces.
En un mundo lleno de autoridades —editoriales, académicas, culturales, comerciales— que dictan qué se puede decir, qué se puede escribir, qué es valioso, qué es bello, qué es verdadero, qué es rentable… elegir no pedir permiso es un gesto radical de libertad.
Ese es el juego que jugamos.
“Las herejías que debemos temer son aquellas que pueden confundirse con la ortodoxia.”
— Jorge Luis Borges
Nietzsche, Duchamp, Borges, los punks, Internet, Youtube son las claves bajo las cuales nos pensamos.