Una interpretación de «El Aleph» (cuento) de Borges

«Yo no digo lo que pienso sino lo que me pregunto si no podría ser pensado»

(Michael Foucault)

«La metafísica es una rama de la literatura fantástica … un sistema no es otra cosa que la subordinación de todos los aspectos del universo a uno cualquiera de ellos»

(Borges, «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius» en Ficciones)

¿Cómo comenzar a escribir sobre un cuento acerca del cual se han hecho tantas interpretaciones diversas? ¿qué agregar que no sean simples palabras o repeticiones espúreas?

Quizás la importancia de «El Aleph» resida en la gran cantidad de temas que abarca y de allí provenga su riqueza. Podemos mencionar ciertos elementos que lo hacen asequible de diversos sentidos. En primer lugar, la historia puede ser entendida como la triste aventura de un hombre por olvidar a un amor no correspondido que en este caso, coincide con el momento que Borges estaba atravesando con su amor hacia Estela Canto. También se lo ha solido entender como una historia fantástica en la cual se relatan ciertos episodios místicos o cuasi religiosos en donde se llega a tener una mirada omniabarcadora, que si bien no sería la de Dios, sí se asemejaría. Tampoco han faltado comentaristas que hacen referencia al Aleph como una metáfora de la creación literaria (enfrentando dos estilos de escritura, por un lado, Carlos Argentino, correspondería al modelo de escritor realista que cree que el lenguaje sirve para dar cuenta del mundo y por el otro, Borges, que se muestra escéptico ya que siempre encuentra insuficiente el acto de nombrar debido a que el todo es inabarcable y sólo podemos hacer informes parciales). Incluso se llegó a hacer una lectura sociológica del cuento para analizar la situación actual, en donde la gran disponibilidad de información que poseemos (una especie de visión perturbadora del Aleph) no nos permite llegar a tener una concepción sintética e inteligible de la realidad sino sólo una cantidad inimaginable de elementos atómicos que no pueden ser reducidos a un todo coherente.

La pregunta entonces que se nos presenta es: ¿qué sentido nuevo le podemos dar al Aleph?, ¿qué nos puede transmitir?.

Frente a estas distintas interpretaciones, voy a proponer una que va a hacer referencia a su concepción metafísica. Tendría que aclarar que no pretendo explicitar «la» concepción que Borges sostenía (aunque considero que se podría asemejar bastante) sino que sólo intento pensar en una de las tantas posibles maneras de abordar el cuento. Con esto, por lo tanto, no quiero hacer una hermenéutica fiel al sentido del autor sino tomar dicho relato para pensar más allá de él.

El cuento puede ser entendido como una metáfora (¡sí, una más!) acerca de las posibilidades que el hombre tiene de construir o llegar a alcanzar una concepción metafísica, es decir, un sistema que de cuenta de todo lo que es,  ni más ni menos que del Universo entero. Para ello, Borges nos proporciona en ese «punto del espacio que contiene todos los puntos» la visión que tendría una persona de toda la realidad. Como señala el autor, dicha experiencia lo que produciría en nosotros no sería una mirada omniabarcadora y comprensiva del todo sino una fragmentación infinita de elementos que no llegaríamos a procesar o a comprender de forma acabada. El resultado sería una fragmentación analítica, del mismo modo que el poema de Carlos Argentino que pretendía nombrar todas las cosas  (dada la visión perturbadora que le produjo el Aleph) pero que en definitiva resultaba ser un mero listado de acontecimientos inconexos.

Teniendo en cuenta estos elementos, el Aleph nos da la pauta para comprender que pretender una representación absoluta del Universo es algo imposible para el hombre.

En primer lugar, tenemos el inconveniente del lenguaje que como Borges explica, no puede representar mediante palabras sucesivas algo que es absolutamente simultáneo. «Es aventurero pensar que una coordinación de palabras (otra cosa no son las filosofías) puede parecerse mucho al universo» (Borges)

En segundo lugar, en «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius», nos dice que la metafísica es un apartado de la literatura fantástica y también considera que un sistema no es más que la exaltación de uno de los elementos del universo, dejando opacado al resto. Lo que podríamos entender es que el Universo como tal no lo podemos representar, ni siquiera es accesible para el hombre sino que toda mirada del ser supone al hombre como un ser situado, que deja de lado ciertos elementos para engrandecer otros, lo que lo aleja definitivamente de la pretendida «objetividad». Siempre vemos y hablamos desde un lugar, unos «prismas» desde los cuales tenemos que acercarnos a la realidad para hacerla inteligible.

De esta manera el cuento ilustra que la pretensión de totalidad es imposible. No podemos entender ni expresar el universo, por eso, la filosofía que se pretende absoluta es imposible ; siempre vemos y pensamos a partir de una construcción que a su vez, está constituida por «olvidos». Sin embargo, la actitud no es quedar paralizado por esa imposibilidad sino como señala al final del cuento «… Sin embargo, algo recogeré», es decir,  que la situación no es de desesperanza, por el contrario es una tarea constructiva necesaria para llevar a cabo.

La solución y la posibilidad de la felicidad en el cuento la trae el olvido. Un sistema y una mente sólo pueden soportar esa infinidad de elementos que fluyen sin un pretendido orden a partir de la construcción de cierta estructura impuesta por nosotros ; en última instancia dependemos de esa necesaria «ficción metafísica». Instalamos falsas totalidades, pero al reconocer este hecho como algo indispensable para nuestra vida ya deja de ser visto como algo negativo y pasamos a considerarlo constituyente de nosotros mismos.

«Nuestra mente es porosa para el olvido ; yo mismo estoy falseando y perdiendo, bajo la trágica erosión de los años, los rasgos de Beatriz»

(Borges, El Aleph).

Autor: Germán Echeverría